Un ser humano es sagrado, todos son sagrados, la naturaleza es sagrada.
La meditación, lo que haces, silenciar ese ruido mental, esa jaula de grillos que tenemos en la cabeza que hace que aunque no nos demos cuenta, porque actuamos muchas veces a nivel piloto automático, hace que no nos valoremos, que no valoremos a los demás y que no valoremos a la naturaleza.
Por eso, entre los ejercicios que sugiero está el ejercicio de la gratitud. La gratitud ha sido muy estudiada, por ejemplo, la Clínica Mayo en los hospitales del mundo en Rochester, Minnesota, Estados Unidos. La gratitud, es decir, por la mañana, antes de levantarse, cuando uno se acaba de despertar, pensar cinco personas o cinco cosas por las que te tienes que sentir agradecido.
Eso se ha estudiado en múltiples investigaciones y se ve que tiene un impacto en el cuerpo. Por ejemplo, regulación de la tensión arterial en personas hipertensos, mejora del control de la glucosa en personas diabéticas. Otro gran ejercicio es dar paseos por la naturaleza. Hay que salir al campo, respetar el campo, no tirar papeles en el campo, no tirar latas. El bosque no es indiferente a nuestros descuidos, a nuestra desidia.
Luego también, existe la práctica de la generosidad. Es decir, no sólo pensar que puedo sacar de esta situación o persona, sino que puedo ofrecer en esta situación. Quizás, cordialidad, empatía o amor.
Sobre todo con personas que tienen distinta forma de pensar, distinta cultura y distinta educación.
¿Por qué tienen que ser menores que yo o por qué tienen que ser mayores que yo? ¿Somos iguales en este sentido? Esa cordialidad, esa empatía y desde luego, la compasión.
La compasión no es la lástima. La compasión es un súper poder. La compasión es el deseo real de poner a la empatía en acción. Es decir, ves alguien que se siente solo, que se siente aislado, que se siente poco valorado y en lugar decir bueno, es su problema, tú haces algo, lo que puedas, donde estés, como puedas para ayudar a esa persona a reducir su sufrimiento.
Eso es ser un súper héroe.